Hace unos días publiqué un artículo en el que criticaba la falta de imaginación de algunos autores autopublicados a la hora de promocionar sus obras. Esa falta de imaginación tiene como consecuencia inmediata la falta de originalidad y, por qué no decirlo, la falta de respeto con uno mismo. El mecanismo que permite esta autolesión es el que baja el listón que uno se suele poner, normalmente alto o muy alto, para no adentrarse en terrenos ajenos tanto como para perder de vista la linde.
Esa falta de originalidad que afecta de forma tan visible y dramática a la promoción de las obras está muy presente también en el contenido de esas obras.
Es muy fácil para un autor novel, dejarse seducir por la comodidad de las frases hechas, de esos lugares comunes donde ya se acumula el olor a humanidad de tantos y tantos escritores hacinados en ellos.
Un lugar común estereotípico entre los escritores noveles es ese «trepidante thriller» que muchos de ellos creen haber escrito. Y que no pocos de ellos utilizan como «fórmula original» para promocionar sus obras.

Tren con destino a la estación de «lugares comunes» al que intenta subirse una turba incontrolada de escritores noveles.
Otro lugar común muy visitado es «como alma que lleva el diablo«. Son tantos los personajes de autores noveles que corren como alma que lleva el diablo, que es raro no cruzarse con alguno por la calle aunque solo salgas a comprar el pan.

Testimonio gráfico de la primera alma que huyó del diablo corriendo y, por lo que parece, excrementando.
A veces es tal el afán por el uso y aprovechamiento del trabajo ya realizado por otros (y aprovechado también por otros hasta el tuétano), que la mirada y el juicio del novel se velan y le impiden ver con claridad que esa expresión que tan merecedor de elogio le hace sentir, solo es nueva para él.

La búsqueda en Google de «silencio sepulcral» arroja un saldo de 199 000 resultados. No todos están relacionados con novelas, obviamente, pero da una idea de lo habitual de esa expresión.
Otra expresión bien posicionada en el altar de los lugares comunes es el «silencio sepulcral» en el que, siempre según los autores, sus personajes evolucionan aunque no se encuentren ni de lejos en una situación de silencio comparable a la intensa escalofrialdad de estar de noche a solas en un sepulcro abandonado. Una vez más es preciso mover este sillón en el que tan cómodamente se arrellanan tantos y tantos escritores.

Imagen inédita del sepulcro donde se produjo el primer «silencio sepulcral» de la historia de la literatura.
Desde luego, nada impide que se usen ad eternum estas y otras expresiones tan manidas, pero alguien tenía que decirlo (otra vez), porque se siguen usando con base en la falsa creencia de que todavía significan algo original.
Si alguna vez has sucumbido a la innegable accesibilidad de los lugares comunes, te recomiendo, que avives tu imaginación, que busques tus propias palabras para construir tus propias novelas, que busques tu propio estilo, porque solo al final de ese camino encontrarás a sus lectores.
Dilo con tus propias palabras.
Si te ves demasiado cómodo en los lugares comunes, pero quieres dejarlo y rehabilitarte como escritor, escríbeme desde este formulario y hablemos.
Dilo con tus propias palabras
© Víctor J. Sanz
Que tal.
Pues yo no me olvido de «El show debe continuar» ja ja ja.
El ser escritor no es fácil, hay que practicar y detectar esas frases celebres que no son nuestras.
Gracias Víctor por abrirme los ojos a mi y supongo que a tantos escritores que hemos perdido por un momento, solo un momento, la originalidad.
Un saludo.
Hola, Daniel:
Muchas gracias por participar y por hacerlo con tanta deportividad 😉
No se trata tanto de no usar una frase en concreto, como de poner a trabajar la imaginación propia para perseguir esa originalidad de la que hablas.
En su día yo también me dejé seducir por esas frases, no creas, es como una etapa en el crecimiento, pero es una etapa de la que se puede salir, sin duda, solo hay que querer.
Muchas gracias por enriquecer este espacio.
Un saludo,
Hola,
es muy interesante este artículo, Víctor. Yo creo que algunos escritores noveles tenemos miedo a usar nuestra imaginación o nuestras propias palabras y expresiones, porque pensamos que no vamos a gustar a los lectores.
Por eso, me ha gustado el artículo, porque al leerlo te das cuenta de que el error es imitar y no ser tu mismo.
Muchas gracias, un saludo.
Hola, Laura:
Muchas gracias por la visita y por el comentario.
Se trata de dudar del trabajo propio, eso es lo que te permite mejorar cada día.
Saludos,