Formas de presentar los personajes de tu novela: Lo que les rodea >>

presentar los personajes de tu novela: Lo que les rodeaContinuamos la serie de artículos dedicados a la presentación de los personajes de una novela con una nueva entrega en la que veremos la forma de presentarlos según lo que les rodea.

Hasta ahora hemos visto distintas formas de ir ofreciendo pinceladas de nuestros personajes al lector mediante distintos rasgos detectables o atribuibles a su persona. Hoy veremos cómo se puede contribuir de forma determinante a la definición de un personaje con la simple descripción de los objetos que le rodean.

Estaremos dando al lector una inmensa cantidad de información si le mostramos a nuestro personaje rodeado, por poner un ejemplo, de antigüedades. Ellas hablarán de sus aficiones, sus gustos, su cultura, sus conocimientos, pero también transmitirán información relacionada con su posición económica o con sus relaciones sociales o sus círculos de amistades.

Pero no siempre dispondremos elementos tan descriptivos en el entorno de nuestros personajes. Cuando manejamos personajes más convencionales que el del ejemplo anterior en sus gustos, aficiones, pasiones o tendencias, serán lógicamente los elementos más convencionales y cotidianos los que contribuyan a su mejor definición ante el lector. Imaginemos un personaje cuyo rasgo de personalidad más destacado, al menos a simple vista, es que es muy detallista o perfeccionista, bien, una buena forma de que su entorno inmediato hable de él mostrando ese rasgo es la de incluir en su entorno elementos tan sencillos como una maqueta formada con cientos de pequeñas piezas.

Circunstancias añadidas como la disposición o la limpieza o la ubicación en un lugar especial de determinados objetos servirán al propósito de la presentación del personaje. ¿No es acaso un elemento descriptivo de primer orden una urna funeraria de un familiar directo ocupando el lugar que muy bien podría ocupar una televisión?

Pero puede ser que el lector no preste atención exclusivamente a lo que rodea al personaje, sino que hay circunstancias en que puede importar mucho más lo que no está. Veamos un ejemplo. Imaginemos un personaje que ostenta una total y absoluta falta de gusto; esto se podrá mostrar mediante una descuidada decoración o una disonancia exagerada de colores, formas, tamaños o funciones de los objetos de los que se rodea. Del mismo modo, estaremos contribuyendo a formar una imagen potente de nuestro personaje en la mente del lector si lo describimos utilizando una máquina de escribir en lugar de un ordenador.

Cuando el elemento o los elementos de que se rodea son el resultado de una elección entonces estaremos ante un indicador claro de algún rasgo de la personalidad de nuestro personaje.

Obviamente, de la interactuación de nuestro personaje con aquello que lo rodea, también extraerá valiosa información el lector, por lo que es preciso mimar esta parte de las descripciones. De nada valdrá trabajar duro en la construcción de un escenario apropiado a nuestro personaje y propicio a los fines generales de la obra, si después no le hacemos interactuar con su entorno más inmediato de la manera más efectiva y descriptiva posible.

Es un ejercicio muy conveniente para trabajar la presentación de determinados rasgos de nuestros personajes mediante su entorno, convertirnos en una especie de investigador privado que pudiera observarlos durante un día completo y analizar cada detalle de lo que está y de lo que no está. Descubrir que nuestro personaje convive con elementos que no son de su agrado o cómo se habitua a carecer de otros que le son necesarios puede resultar determinante para encontrar aquellas expresiones que mejor lo definan ante el lector.

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© Víctor J. Sanz