Cuando el arquitecto de historias que es el escritor, diseña un nuevo edificio, debe tener en cuenta todos los materiales y todos los elementos que conformarán el producto final. Entre ellos no pueden faltar, los personajes bien trazados, unas paredes sólidas donde acogerlos e, inevitablemente, la red eléctrica por la que hacer llegar la luz hasta el rincón más pequeño de la casa; por esta red eléctrica fluirá el conflicto narrativo.

«El conflicto narrativo planteado debe resolver algunas preguntas para servir de cimiento de una buena historia. Hagámoselas antes de que nos las haga a nosotros el lector»

El conflicto narrativo es, tal vez, una de las partes más expuestas a cambios inesperados con resultados no deseados, de esos edificios que son las historias. Si el sistema eléctrico tiene derivaciones, la corriente puede quemar los fusibles de la paciencia del lector. Si está mal planificado o su instalación es descuidada, algunos rincones de la casa quedarán a oscuras más allá de la palabra FIN, algo que incomoda a no pocos lectores y que resta contundencia al mensaje.

Después de plantear lo que será el conflicto narrativo de tu novela, debes hacerle algunas preguntas para verificar su consistencia:

1.- ¿ Tu protagonista tiene un fin concreto que alcanzar?

2.- ¿Has puesto, en su camino hacia ese objetivo, obstáculos lo suficientemente altos como para que el lector sienta intriga por si los superará?

3.- ¿Se opondrá tu protagonista a un enemigo lo bastante fuerte como para que resulte una lucha igualada?

4.- ¿Qué deberá sacrificar tu protagonista para alcanzar su objetivo?

5.- ¿Tu protagonista ha sufrido una evolución después de resolver el conflicto planteado?

6.- ¿Crees que tu planteamiento del conflicto aportará algo al lector, le dejará pensativo cuando acabe de leer tu historia?

Estas y otras preguntas obvias, que a buen seguro surgirán, deben tener respuesta en el planteamiento inicial del conflicto que es la corriente eléctrica de una historia. Si alguna de ellas queda sin contestación clara, probablemente estaremos ante un conflicto insuficiente, inconsistente o desigual. Los héroes lo son porque superan dificultades, porque resuelven conflictos, a veces a costa incluso de la propia vida.

Una vez proyectados los planos de la instalación eléctrica por donde ha de fluir el conflicto narrativo, resulta de todo punto innecesario añadir elementos o desvíos o empalmes que solo empobrecerán el resultado final. Antes que añadir interruptores que enciendan luces en las necesarias sombras del trayecto de la historia, es más indicado añadir bombillas que se encenderán en el momento apropiado, incluso a veces al accionar un único interruptor; aunque parece obvio que no todo el mundo puede escribir como Agatha Christie.

El conflicto narrativo que planteemos ha de ser, por tanto, concreto, fluido, intenso y, sobre todo, coherente, ya que la coherencia podría llegar a darle la consistencia que la falte por la ausencia o escasez de las otras características, pero sin la coherencia todo lo demás será en vano.

El conflicto narrativo I, aproximación
Víctor J. Sanz