Una serie de TV se puede considerar de muchas maneras, y su análisis se puede afrontar desde muchos ángulos. Una de las consideraciones más generales y al alcance de todos que se puede hacer de una serie de TV es interpretarlo como un gran escaparate. El producto, los productos más visibles de cuantos pueden ser mostrados en tal escaparate, están relacionados con la cultura del país desde el que se promocionan y difunden. Por lo general, y en lo tocante a España, la mayor parte, por no decir todas, de las series de TV que se emiten proceden invariablemente de dos países: Estados Unidos y la propia España.
Hoy hablaremos de las que provienen de los Estados Unidos. Sus temas, sus ambientaciones son muy escasas. Coloquialmente podríamos agruparlas en los siguientes grupos: de médicos, de policías (últimamente más bien de asesinatos) o de piso (técnicamente denominadas sitcom abreviatura de «comedia de situación»). Esta clasificación obedece únicamente al marco general en el que se desarrolla la acción. Cualquiera de estos escenarios, de estos escaparates, es apropiado para mostrar y vender el «producto» de la sociedad estadounidense. Una sociedad que, al parecer resulta ideal y deseable cuando la comparan con otras sociedades.
Pero estos escaparates de lo que están llenos es de estereotipos, de falsos estereotipos o estereotipos televisivos, confinados a los límites del aparato de televisión. Por ejemplo, abundan en estas series los personajes absolutamente buenos y los personajes absolutamente malos, algo completamente alejado de la vida real.
Las series de TV estadounidenses están plagados de estereotipos televisivos que cuesta trabajo encontrar en la realidad.
Sobrepeso
Están plagadas estas series de personajes con un físico casi escultural, lo que puede hacer más agradable a la vista la serie, desde luego, pero que hace poca justicia a la sociedad a la que pretenden servir de reflejo y escaparate, donde el 35 % de su población con problemas de sobrepeso. No estoy reclamando que se cumpla la estadística de que uno de cada tres personajes sea reflejo de esta parte de la población, en absoluto, solo reclamo que los tipos humanos mostrados no sean expuestos como estereotipos reales del ciudadano medio.
¡Tiene un arma!
En el cine y las series de TV estadounidenses se da con gran frecuencia las situaciones en las que se da una alarma que obliga a todos los personajes, menos a quien huye de algo, a tirarse al suelo. Esa frase es del tipo: «Tiene un arma». Esta frase cumple una misión muy clara, dar la alarma a los ciudadanos. Pero en la realidad existen más de 310 millones de armas en poder de los civiles en Estados Unidos, es decir, salen a un promedio de un arma por cabeza, por lo que la frase «¡Tiene un arma!» difícilmente podría desatar una alarma en la vida real porque, estadísticamente, los ciudadanos podrían no saber a quién de entre ellos se refiere la frase. Por comparación con otras sociedades a las que en las series se considera más salvajes, es justo decir que el 50% de las armas «civiles» de todo el mundo están en poder de civiles estadounidenses.
Soy judío
En no pocas series de TV se hacen incontables referencias a la cultura del pueblo judío: sus fechas señaladas, sus fiestas religiosas, sus costumbres, sus creencias…, sin embargo, la población de origen judío en aquel país no alcanza ni el 2 % El contraste entre original y el reflejo que persigue estereotipar un tipo social, tal vez se deba a que el porcentaje de judíos o intereses judíos entre los creadores, promotores o difusores de las series de TV sea abrumadoramente superior. Otras culturas con mucha mayor presencia en ese país, como por ejemplo las de origen latinoamericano, no tienen apenas protagonismo en las series, y cuando lo tienen es casi siempre con los mismos fines: homogeneizar y ridiculizar (casi todos tienen acento colombiano o mexicano), banalizar (casi todos son personajes sin importancia, como si fueran un mal inevitable en la sociedad estadounidense), marginar y criminalizar (casi todos son personajes traicioneros, camellos, ladrones, sicarios o delincuentes en general). Curiosamente algunos de estos personajes de origen latino son vehículo de ridiculización de una excesiva religiosidad, algo que no ocurre, de ninguna manera, en el trato de los estereotipos culturales judíos o de los propios estadounidenses, tan sujetos a la estricta moral cristiana.
La Biblia como atenuante
En el tema de la religión existen multitud de estereotipos mostrados en estos escaparates televisivos, pero uno de los más llamativos es la asociación, inalterable asociación, entre la Biblia y la bondad. Si un personaje tiene la costumbre de leer la Biblia, ya podemos dar por sentado que ese personaje es bueno, o lo quiere ser o lo que hizo o hará será más o menos disculpable porque… lee la Biblia. En la realidad no faltan, de hecho abundan, los casos en que los delincuentes guardan, como quien dice, su arma junto a su Biblia, o en que los culpables esgrimen la propia Biblia sino como arma, sí como argumento, o incluso como defensa o salvoconducto para sus actos. Hay que recordar también que Estados Unidos es un país en el que proliferan las asociaciones de víctimas de curas pederastas, es decir, víctimas de gente que lee la Biblia.
En defensa de lo mediocre
En muchas series se reclama con fuerza inusitada la figura del mediocre popular en detrimento del genio impopular. Ser un genio está mal visto, porque supone destacar por encima del resto; y ser mediocre es, vienen a decir, confundirse con los demás, lo que es una forma muy poco sutil de llamar mediocre al público en general. Claro que si ese público no se da cuenta de esto, puede ser que la forma de llamarles mediocres no sea tan burda, o que el adjetivo, después de todo, no sean tan inmerecido.
Millonario, sí, pero sufridor o Ser rico no es tan buena idea
Es ciertamente frecuente mostrar en este tipo de productos audiovisuales la figura de una persona adinerada a la que, a pesar de ello, no le van muy bien las cosas. Sufre con la vida, en una especie de justicia, no ya divina, sino televisiva. Los guiones suelen hacer pasar a los millonarios por duras pruebas de superación en la vida, quizás para pagar por sus pecados, entre los que nunca se encuentran aquellos gracias a los que tal vez acumulara su fortuna. De esta burda manera deben pretender que la gente sencilla no sueñe con ser millonaria algún día, no vaya a ser que sean «tan desgraciados» como los millonarios que presentan y que no pasan de ser «estereotipos televisivos». Porque, si tan poco interesante resulta ser millonario, ¿por qué no lo dejan?
¿Sanidad universal?, no somos tan humanos
Existen no pocas series de médicos en la oferta televisiva que llega de Estados Unidos. Con tintes más o menos románticos, o de comedia o hasta de tragedia, pasando por el drama, a través de cualquiera de estas series con este trasfondo hospitalario es posible encontrar el estereotipo de la sanidad privada, de la sanidad para ricos; una sanidad de la que es privada la persona que no tiene recursos económicos suficientes. Esta es una realidad inhumana en Estados Unidos, donde una operación relativamente sencilla puede suponer una factura de decenas de miles de dólares, y contrasta de forma muy llamativa con la humanidad que demuestra el personaje de turno que se encarga de que la persona sin recursos sea intervenida a pesar de su pobreza. Es decir, de una parte la idea de una sanidad para ricos y de otra la humanidad que demuestra el personal sanitario que opera a un pobre a pesar de que lo es. En este caso concreto, el estereotipo no se queda en estereotipo televisivo, ya que esta realidad es mostrada de forma muy similar a como sucede en la realidad.
El tabú del sexo
No quería terminar esta exposición sin abordar, aunque sea más brevemente de lo que merece, el estereotipo del concepto de tabú sexual. En las series de TV estadounidenses se trata el asunto del sexo de muchas formas poco recomendables para una vida sana: lo tratan con miedo, con asco, con un represor pudor religioso…, haciendo de ello un asunto sobre el que los espectadores prestan una atención especial, cuando el sexo es, o debería ser, una de las cosas más normales en la vida de una persona. Tal vez, este tabú sea algo que trasciende el estereotipo televisivo y forme parte de una sociedad que necesita dosis industriales de todas esas libertades personales que dice atesorar.
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