Atrapar al lectorCuando un escritor comienza a darle vueltas a una historia para llevarla al papel, se produce a su alrededor un torbellino de ideas, preguntas, rostros, frases literales y, por qué no, hasta títulos parpadeantes sobre portadas sin terminar de diseñar. Este proceso viene a ser como meterse bajo una cascada de la que no siempre cae agua y, en no pocas ocasiones, no todo lo que cae es líquido.

Una de las sensaciones primeras que tiene el escritor, una vez que ha escampado el primer chaparrón, es la duda. Y no es una duda nimia ni pasajera, sino que es una duda plúmbea vestida de eternidad. El escritor piensa «bien, ya tengo las piezas para montar una historia pero ¿interesará a alguien todo esto?». Atrapar al lector comienza por atrapar su interés inicial.

Una de las primeras sensaciones de un escritor cuando le da vueltas a una historia para llevarla al papel es la duda de si conseguirá atrapar al lector.

Cuando quiere contar una historia, el escritor honrado no solo debe pensar en el qué, sino que también, y diría que sobre todo, en el cómo. Pues a veces es más importante esto último, ya que no existe sobre la Tierra tema del que no se hayan escrito ya miles de historias. Ahora bien, el campo en el que todavía no está todo dicho es el del enfoque, el de ese cómo del que cada uno somos titulares de una parcela personal e intransferible.

Debe ser consciente el escritor de las expectativas de los lectores, que esperan encontrar «algo» distinto en cada libro al que le dedican varias horas de su vida. Debe ser consciente de que hay que ofrecer al lector una propuesta que saque de lo más profundo de sí sensaciones y, sobre todo, decisiones que ni él mismo era consciente de contener. Debe ofrecerle al lector la posibilidad de vivir una vida distinta en la que poder tomar, junto a los protagonistas, decisiones sin consecuencias reales sobre temas trascendentes ubicadas en situaciones completamente nuevas para él. Ni más ni menos que eso.

Dice el escritor Harlan Coben: «Quiero atrapar al lector hasta las tres de la madrugada y que me maldiga«. En buena lógica, este debe ser el planteamiento mínimo del que parta un escritor honesto cuando está dándole forma a una nueva historia. ¿Por qué aspirar a menos?

En honor a la verdad, y sin ánimo de ofender, hay escritores (por llamarlos de alguna manera objetiva aunque dolorosa para los escritores de verdad), que no se plantean en un principio esta duda sobre el probable interés del lector y, por algunos de los títulos publicados se diría que tampoco se lo plantean al final, ni su editor tampoco, eso está claro. Y lo que es peor de todo, el lector de ese tipo de títulos tampoco se lo plantea, y no lo hace porque le da vergüenza.