¿Y si la culpa la tuviera el lector? Cuando escuchamos una opinión sobre un libro, casi nunca tenemos en cuenta a quien la emite. Acaso lo hagamos solo cuando hemos leído ese mismo libro y no tenemos la misma opinión que la que escuchamos. 

Cuando terminamos de leer una novela y la narración nos deja una mala opinión, ¿quién tiene la culpa? Generalmente, de un sentimiento de frustración tiene la culpa quien lo siente. No se trata de otra cosa que de una expectativa defraudada, no cumplida o, al menos, no cumplida satisfactoriamente.
Muchas veces leemos un libro animados por la opinión positiva de alguien que lo ha leído antes. A veces es por todo lo contrario; que de todo hay. En cualquier caso, lo que dicen los demás sobre nuestra próxima lectura nos sirve de base para formarnos una opinión. A veces lo hacemos con tanto oficio y tesón que la lectura pasa a ser un proceso de comprobación. En ese proceso pretendemos comprobar si nuestro prejuicio sobre el libro estaba fundado o no.
Si el resultado es malo, nos sentimos defraudados. Entonces corremos a culpar a la persona que, directa o indirectamente, recomendó su lectura.
Si el resultado es bueno, corremos a recomendar la lectura a otras personas.

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Sin embargo, el libro sigue siendo el mismo que antes de leerlo. Igual de bueno, igual de malo, igual de bien escrito, igual de mal escrito: el mismo libro.
Desde luego, el lector no es culpable de la calidad del libro. Como mucho lo será de la calidad de sus propias expectativas. Porque, si de algo es dueño el lector es de sus propias expectativas. El autor del libro es responsable de la calidad del texto. El lector es responsable de las expectativas que tenía sobre su lectura.

Algunos libros deberían publicarse con un sello de «Lector, si no queda satisfecho es culpa suya». Clic para tuitear

Esas expectativas pueden ser muy grandes cuando son muchas las personas que recomiendan un mismo libro. Por tanto, la sensación de frustración puede ser también muy grande si el libro no cumple con lo esperado. Esto es lo que ocurre con los libros de muchos autores noveles que, aunque todavía no escriban muy bien, tienen muchos amigos. Esos amigos les hacen un flaco favor cuando recomiendan su libro de forma irreflexiva e inmisericorde. El problema se agrava cuando son los propios autores quienes piden y hasta exigen una opinión favorable para su libro.
En estos casos, el culpable es claramente el lector. Si confías plenamente en las opiniones de los amigos del autor, no puedes pedir garantías. Algunos libros deberían publicarse con un sello de «Lector, si no queda satisfecho es culpa suya».
Lector, antes de leer, es muy recomendable ojear y hojear el libro. Si el libro es digital y la plataforma de venta te permite leer las primeras páginas, no lo dudes, hazlo. Eso te permitirá entrever si lo que dicen las recomendaciones está fundado o no.