Las novelas deshilachadas, por Víctor J. Sanz >>
Cuando empezamos a leer una novela somos todo ojos, oídos, olfato y tacto. Gusto no, conozco a muy pocas personas que no tendrían reparos en aplicar este sentido a los libros, pero alguna conozco. A pesar de todo, cuando un libro nos gusta, preferimos utilizar el verbo «devorar» para referirnos a la forma asalvajada y ansiosa en que lo leemos. Desde la primera página, especialmente la primera, prestamos atención a cada detalle que el autor nos ofrece, porque por el momento no sabemos sabemos si tendrá o no trascendencia en la historia. Almacenamos cuidadosamente los nombres de los protagonistas, de los lugares, de los objetos que se nombran, porque creemos que si se nombran será por algo… Almacenamos fechas, diálogos, gestos, relaciones…, todo puede ser importante, aún no lo sabemos.
Con el paso de las páginas, de manera inevitable, algunos de esos elementos se nos van quedando en el tintero. Bien porque vamos comprendiendo cuáles eran importantes y cuáles solo para ambientar; bien porque la historia «se ha ido» aparentemente tan lejos de ellos que no esperamos que vuelva pronto o, el peor de los casos, porque el escritor se ha olvidado de ellos. Hay veces en que los escritores ofrecen una información muy detallada de algo a lo que, como lectores, empezamos a dar importancia, tanta como le da el autor en su narración, pero luego, luego se queda en nada porque surge lo que es verdaderamente importante, lo que de verdad nos va a llevar al meollo de la historia.
Estos hilos discontinuados por el autor le hacen perder a la trama fuerza y vistosidad; pero además genera en el lector una duda constante sobre el resto de hilos expuestos en la trama. Los núcleos narrativos donde se encuentran estos hilos sin continuidad son los que Howard Mittelmark llama los tumores benignos, porque se pueden quitar por completo sin que la novela sufra pérdida alguna, antes al contrario, ganará mucho con su ausencia.
Así que ya sabéis, autores, no tengáis miedo de meter el bisturí, vuestra novela lo agradecerá, pero sobre todo lo agradecerán los lectores.
Las novelas deshilachadas
Meter la tijera es una de las tareas más apasionantes de la revisión. Y más difíciles cuando eres novel. Y de las más útiles.
Gracias por tus artículos.
Hola, Marisa:
Gracias por participar.
Pues meter la tijera, precisamente, no les gusta a muchos autores, que se muestran escandalosamente autoindulgentes.
Es una tarea apasionante, sin duda, pero no es posible que el propio autor la asuma con garantías.
Tu «Sedom» ¿ha pasado por las manos de un corrector o asesor profesional?
Saludos,