[El escritor justiciero]

El escritor justicieroEl escritor muestra uno de sus lados más humanos cuando lleva a cabo cierto tipo de justicia contra seres reales durante el proceso de diseño y creación de sus personajes de ficción más malvados o más estúpidos. El escritor se convierte en herramienta de justicia social.

En los personajes más detestables o más estúpidos de una historia muy bien pueden esconderse una o incluso varias personas reales de las que el escritor o guionista guarda cierto recuerdo imborrable. Son estereotipos sociales que se esconden tras un personaje complejo invadido por muchos miedos y conquistado por muchas envidias, y que nada tiene que ver con esa persona real que aún vaga por los recuerdos del escritor, pero…, por ejemplo lleva su mismo nombre. Con ese pequeño detalle bastará para que el escritor haya satisfecho, no un deseo íntimo e intransferible, sino una necesidad de justicia social. El autor se convierte en una especie de vengador o justiciero social  socialmente aceptado, cuya afilada arma compuesta de palabras no hace sangre más que de los peores elementos de la sociedad.

¿Quién no reconoce en el personaje de una estricta y rígida maestra de escuela o de una institutriz de voluntad inflexible y de gesto inquebrantable, a la maestra de escuela que le tocó vivir, o acaso sobrevivir?

¿Quién no reconoce a alguien conocido en el funcionario absolutamente estúpido y detestablemente racional que retrasa al protagonista y le impide alcanzar al amor de su vida?

¿Quién no siente deseos íntimos y ardientes de justicia contra ese «malo de película» que consigue casi todo lo que se propone para arruinarle la vida al protagonista de una historia? (casi todo menos lo último)

Asunto aparte es que, todos estos personajes, resulten más o menos convenientes para el desarrollo de la historia y, digo más, son casi imprescindibles para marcar y perfilar con absoluta precisión los límites y las distintas tonalidades que debe mostrar una historia. Una caricaturización excesiva de este tipo de personajes le añade un tono de comedia al contexto y le resta efectividad al ajusticiamiento social, ya que reducimos o aliviamos la necesidad social, al infantil y simple gesto de reírse de una caída. Sin embargo, un trazado serio del personaje portador de la justicia social aporta mayor credibilidad a la historia en general y consigue un mayor efecto de justicia en el receptor.

Son muchos los mecanismos que explican y por los que se explica, que las historias más aceptadas socialmente son aquellas que acaban «bien», y este del escritor justiciero, como vía para calmar la necesidad de justicia social es uno de los más evidentes y diáfanos.

«El escritor justiciero»

Víctor J. Sanz