Estás trabajando en un texto, un relato, una novela, es igual, y paras para descansar, y para dejar descansar al texto. Te preparas otro café, te lo tomas mirando por la ventana dejando ir la vista y el pensamiento durante un tiempo prudencial y, cuando crees que ya estás lo bastante lejos de tu texto, vuelves la vista sobre lo que llevas escrito hasta el momento. Lo repasas, lo miras con ojos nuevos, lo redescubres, lo relees y, para tu sorpresa no todo lo que lees lo reconoces como tuyo, no todo lo firmarías. No apostarías a que tú has escrito todo lo que has leído. Pero por encima de todo hay algo que te llama la atención poderosamente, todos los personajes son tú, todos los personajes hablan como habrías hablado tú mismo en esa misma circunstancia, todos los personajes actúan como tú, tus personajes son copias, clones de ti mismo y no necesariamente en su mejor versión.
Cuando todos los personajes son iguales que tú se evidencia una flagrante falta de profundidad en su esencia. Son personajes planos que no han dado el salto a la tercera dimensión.
¿Qué hacer?
Puedes seguir algunas pistas que inconscientemente dejamos en los personajes, en sus actos, en sus palabras y, por qué no, hasta en sus descripciones. Por ejemplo, son palabras o expresiones que se repiten entre ellos, algo que, de no existir una complicidad intencionada por el bien del producto final, está claro que resultan totalmente superfluas y algo más, dañinas para el conjunto de la obra y para el mensaje que se quiere transmitir. Haz el ejercicio de reescribir, de todas las formas que te sugiera la lógica, una escena una y otra vez, cambiando los tonos o la inflexión de sus voces, cambiando sus reacciones al parlamento de los otros personajes. Propón distintas combinaciones, léelas en voz alta, céntrate en las que te suenen más convincentes y desecha las que supongan un insulto a la inteligencia del lector. Solo tendrás que trabajar un poco con las elegidas para darte cuenta enseguida de cuál es la mejor de entre ellas. Recuerda, solo hay una óptima de decir las cosas, no prives a tus personajes de ella.
Cuando todos los personajes responden a un mismo molde, puedes buscar semejanzas en sus descripciones físicas o psicológicas y deshacerlas, desmenuzarlas…, alejar a unos de otros, dibujarlos opuestos, hasta que por sí mismos tomen posesión de esa identidad y la hagan suya, única e intransferible.
Cuando todos los personajes resultan monótonos, cuando todos los personajes de tu texto guarden tal grado de similitud que hasta tú, su autor, te das cuenta de ello, tienes trabajo por delante en su replanteamiento. Debes dotar a los personajes de esa tercera dimensión que no les hará parecer planos a ojos del lector, ya que no te lo perdonaría jamás. Para ello bastará, ni más ni menos que, hacerlos únicos, distintos de ti, diferentes entre ellos, simplemente eso, ni más ni menos.
Respeta a tus personajes y ellos te respetarán a ti, dales vida y ellos darán vida a tu texto.
Supongo que es habitual este «accidente» en la composición de un relato y hasta cierto punto inevitable, puesto que se supone que a quien mejor conocemos es a nosotros mismos y algo nuestro siempre dejamos caer aunque sea de modo inconsciente. Nada como revisar, revisar y leer un texto en voz alta para ver que no hablamos sino nosotros. Gracias por los consejos.
Hola Josefa. Efectivamente no parece un caso tan extraño a fin de cuentas. Pero como bien dices se resuelve profundizando en los personajes hasta que le quitamos todas las capas de «yo» que podamos haberle puesto inconscientemente.
Gracias por tu visita y tu participación
Saludos.
Hola, Víctor:
Se me ocurre que mis personajes deben ser algo así como ¿el gemelo que jamás quisiera ser?
Es la cereza en el pastel aquello de la tercera dimensión. Creo que ahí radica el secretito para la construcción del personaje. Muy ilustrativo. Quedo complacido de aprender cuando te leo. Saludos.
Hola, Jaime:
Gracias por tus palabras, y gracias también por enriquecer este espacio con tu aportación.
Saludos.
Muy interesante, Víctor, me ha gustado, y cuánta razón tienes.
Hola Carmen, muchas gracias por tu comentario.
Un placer contar con tu presencia en el blog.
Saludos!
Fíjate Víctor, leyendo tus artículos, para mi lecciones, empiezo a saber, todo lo que no sé. El hacer que los personajes hablen y se comporten como lo haría yo en circunstancias similares es un error que cometemos casi siempre los que, más que crear, acudimos a nuestra mochila más o menos llena.
Gracias.
Un saludo
yo sugiero un poco de estudio sobre psicologia, aunque sea basica, eso y el entorno y circunstancias que rodean al personaje, evitaria bastante del problema. y si no sabe alguien por donde empezar, bueno, pues por el resumen, se supone que ya tienes una idea sobre la historia y el personaje principal. solo hay que ir jalando el hilo y hacer como que en vez de preguntarnos a nosotros mismos le preguntaramos a alguien sobre la vida de su mejor amigo al principio y luego le empezaramos a preguntar directamente a la persona de la que queremos saber, todo su vida.
Solo como una pequena contribucion.