Ya hemos escrito la palabra fin, pero no hemos terminado nuestro texto, ni mucho menos. Para muchos incluso, es en ese momento cuando da comienzo la tarea más dura y más larga de la escritura: REESCRIBIR. Pero ¿hasta dónde debe llegar la tarea de reescritura de un texto?, ¿es la reescritura un camino a la perfección?, ¿es acaso, un camino en círculos por la imperfección?
El periodista y escritor Javier Sierra comentaba en una ocasión que cada vez que terminaba un texto lo dejaba dormir durante un tiempo en un cajón, para luego volver a leerlo y trabajar sobre él con ojos nuevos. Tomar esa distancia con el texto propio permite al escritor, entre otras cosas, ver florecer esos errores, en ocasiones banales, que durante la escritura y aún en una primera lectura escapan a un ojo, por lo demás, entrenado y dedicado a otros fines de mayor envergadura.
¿Hasta dónde se puede o se debe reescribir una novela?
En términos generales, es recomendable observar algunos puntos esenciales en la siempre difícil valoración objetiva del texto propio:
ARMONÍA DE CONJUNTO
Realizar una lectura completa, sin parase a realizar análisis demasiado concienzudos sobre aspectos técnicos o formales. Analizando el conjunto, la unidad, sólo así nos podremos hacer una idea de lo que realmente llegará al lector. De este análisis debe resultar visible una armonía entre las distintas partes y componentes que forman la obra; entre sus unidades de acción, entre sus personajes, incluso entre los propios párrafos de un mismo capítulo, sin ir más lejos.
OBJETIVOS
Identificar y extractar del texto los principales elementos que en su día nos movieron, comprobando así si realmente están todos y en la misma forma que pretendíamos o si, por contra, no hemos sido capaces de plasmarlos adecuadamente o no resultan visibles como lo eran en la fase inicial.
CONCRECIÓN
Evitar digresiones que no sean absolutamente imprescindibles, esto es, evitar aquellas que no sean completamente funcionales. En este análisis nos toparemos con fragmentos que pueden ser eliminados sin más, sin que se vea afectada ni la imagen de conjunto de la obra, ni su mensaje, ni su calidad. Por lo general, escribir de más sobre una misma idea no contribuye a aclararla, sino a desgastarla, pero escribir de menos, tampoco resulta útil ni apropiado. Es preciso buscar el no siempre fácil término medio.
RITMO
El texto debe tener un ritmo casi musical que acompañe al lector durante la historia narrada. Llevado a la unidad mínima, el ritmo de una frase puede ser cambiado radicalmente por tan solo una coma, dice Oscar Wilde: «Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla». A este ritmo contribuye, naturalmente, la buena elección de las palabras, labor que requiere exactitud, pertinencia y coherencia. Como dice Guy de Maupassant, con respecto de la exactitud: «Cualquiera que sea la cosa que se quiere decir, solo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y una adjetivo para calificarla». Con respecto de la pertinencia, parece obvio que las palabras elegidas tienen que resultar apropiadas al contexto, al personaje que la está pronunciando o a la situación que se está describiendo, algo que no siempre resulta tan fácil como pudiera parecer. Dice Pablo Neruda: «Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció…». Con respecto a la coherencia, las palabras utilizadas deben formar una perfecta asociación con el personaje que las pronuncie si es un diálogo o con la situación si es una descripción. Además, esas palabras deben resultar coherentes en el conjunto, primero de la unidad de acción y luego de toda la obra.
Además, como es natural, un texto terminado deberá ser sometido, para estar realmente terminado, a otro tipo de revisiones, como son la ortográfica, léxica o sintáctica. Estos análisis, por desgracia, son muchas veces realizados con ligereza, cuando no directamente menospreciados.
Reescribir, reescribir, reescribir
Víctor J. Sanz
A mí me sucede lo contrario: creo que reescribir es la parte más agradecida de la escritura. Una vez has terminado el borrador, la corrección -si eres hábil en la materia- no hará sino mejorarlo.
Pero, obviamente, cada maestrillo tiene su librillo. O eso dicen. 🙂
Saludos
Gracias, Francisco, por tu visita y especialmente por tu comentario, que enriquece este espacio.
Saludos.
Buen día, don Víctor.
Un saludo desde Venezuela. Excelentes reflexiones sobre el complejo arte de la escritura. Su web es siempre para mi oportunidad y acicate para seguir en estas lides. Mil gracias por su tiempo y generosidad,
Amigo,
Edgar Ferreira
Hola Edgar, muy agradecido por su visita.
Me alegro de que le sean de utilidad mis escritos, eso me anima a seguir publicándolos.
Sugiero un trato menos formal, ese «don» me hace sentirme un poco raro 😉
Un saludo desde el Mediterráneo.
Escribir me fascina, me hace olvidarme de todo y sumergirme en la película de lo que escribo, pero la corrección y reescritura de lo ya creado me ha llegado a fascinar de igual modo. Ver como el texto es tan diferente antes y después, diciendo lo mismo… Es como ver a dos actores interpretar el mismo papel, qué diferencia de matices puede llegar a existir.
Para mí, escribir es como parir y corregir, reescribir es como educar a la criatura 🙂
Hola Prado, entiendo y comparto lo que dices, escribir es una experiencia fantástica y reescribir puede mejorarla aún más.
Saludos y gracias por participar.