No puedo esperar
Las prisas no son buenas consejeras y, menos aún, para un escritor
Es una nube negra que tienen muchos escritores en la cabeza. Un nube negra que nubla la objetividad y el buen juicio. Pero esa nube solo está presente cuando piensan en sus propias creaciones; y desaparece cuando piensan en los trabajos ajenos, para los que luce un cielo despejado y brillante, acaso bajo la leve amenaza de unos engañosos cirrocúmulos de envidia que todo lo filtran y matizan de manera casi siempre tan inconveniente como imperceptible.
Esa nube, decía, es la que ofusca el entendimiento del autor sobre lo que más conviene a su trabajo en cada momento. Bajo la sombra de esa nube, el autor piensa un día que ha llegado el momento de publicar y dice «No puedo esperar», y autopublica su trabajo, tanto si lo ha revisado como si no lo ha hecho.
El buen juicio del escritor reside en una coma: «No puedo esperar» o «No, puedo esperar», tú decides. Clic para tuitear
Si el autor impaciente revisa esa precipitada decisión, tal vez encuentre una coma a faltar, y quizás debiera decir mejor: «No, debo esperar». «Debo esperar a tener la mejor versión posible de mi trabajo, ya que quiero que el lector me dedique la mejor de sus atenciones, porque quiero causarle la mejor de las impresiones».
Es muy recomendable que el escritor tenga reservada una buena dosis de desconfianza para con su trabajo y lo deje reposar y lo analice y lo relea y lo someta a un durísimo interrogatorio para comprobar su calidad. Y después de todo eso, someterlo al ojo entrenado de un corrector profesional, que aún encontrará asuntos que mejorar, pues faltas y fallos pequeños y grandes son muy capaces de esconderse al ojo del propio autor.
Es muy recomendable tener paciencia con nuestros propios escritos antes de desear que sea el lector quien la tenga con nosotros y con nuestro trabajo. El lector no nos ha hecho nada como para que tenga que pagarlo sufriendo un texto sin revisar, un texto sin corregir, un texto sin mimar. Antes al contrario, al lector se lo debemos todo, pues sin él no somos nada como autores.
La muestra de que es de buen juicio esperar, reside tan solo en una coma. O bien decimos «No puedo esperar» o bien «No, puedo esperar». Tú decides, pero ten al lector como norte y fin de tus letras, respetarlo a él solo lo puedes conseguir desde el respeto a ti mismo y a tus propios escritos. Independientemente de si le va a gustar o no lo que escribas, al menos que esté bien escrito.
Víctor J. Sanz
Excelente, Víctor.
Muy atinado tu comentario.
Hola, Isabel.
Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Saludos.
Victor; excelente tu apreciación. Prefiero en mi caso «No, puedo esperar».
Siendo yo un autodidacta, en cuanto a mi ferviente deseo ya «viejo» de escribir; no quisiera cometer el error de no integrarme previamente a un taller literario, para conocer en profundidad la estructura y el «como» involucrar e interesar al lector de manera apasionada en aquello que estoy escribiendo como una narración autobiográfica.
Hola, Daniel:
Buena elección, es la más sensata.
Es preciso esperar antes de dar por terminada y completa una obra.
Muchas gracias por tu visita y por participar.
Saludos cordiales.
Estimado Víctor: Gracias por difundir este artículo. Muy bueno.
Hola, Daniel:
Muchas gracias por tu visita y por tus palabras.
Saludos cordiales.
Apreciable Victor, tienes razón. Gracias por compartirlo, lo pondremos en práctica. Saludos y fraterno abrazo.
Hola José Antonio:
Muchas gracias por tu visita y por participar.
Recibe un cordial saludo.
Estimado Víctor: Nuevamente coincido contigo sobre el manejo de los tiempos antes de lanzar la obra al lector. Creo que el autor debe respetar cada uno de los signos ortográficos y cada regla gramatical. Somos como los compositores que escriben su obra para que el lector la interprete como lo hace un músico con su instrumento sobre la partitura.
Así como el planteamiento del tema es importante, la sintaxis permite la compresión y los signos le dan musicalidad a esas ideas.
Un autor profesionalmente responsable, debe considerar cada una de las reglas de su oficio. Si no lo hace así, se convierte en un chapucero de mediocre factura. Nuestro trabajo es como el de un ebanista que no puede entregar su obra si antes no le ha pulido las asperezas ni las irregularidades de sus formas.
Un abrazo cordial.
Eduardo
P.D.
Un corrector de estilo u ortotipográfico es como el musicalizador que corrige y pule la armonía de un tema que, aunque escrito, no deja de contener sentido y musicalidad.
Saludo cordial.
Hola, Eduardo.
Muy agradecido por tu visita y por tu más que apreciable aportación. Muy interesante.
Saludos cordiales.
Es muy importante que como escritor uno se tenga respeto, pero en estos tiempos de dificultad, si es necesario hacerlo en forma rápida hay que hacerlo.
Hola, Victaliano:
Muchas gracias por la visita y por participar.
En estos tiempos, precisamente, supone una dificultad añadida no hacer las cosas con excelencia.
Creo que si el autor añade la prisa a las dificultades que ya tenga anteriormente, el resultado es un fracaso seguro.
Saludos.
Hola Víctor y todos:
Coincido con los dichos y valoro muchísimo un escrito sin errores. De todas formas me he cruzado con muchos profesionales que en el afán de la corrección se han quedado a mitad de camino. Tanta búsqueda de perfección puede ser también una barrera del desarrollo.
Pienso que en los tiempos tecnológicos y acelerados en los que vivimos se puede considerar el concepto de la escritura líquida. Ésa que se va transformando con el decir de los demás, con las opiniones, con el compartir. Es decir, que (sin errores ortográficos o gramaticales desde ya) puedo arriesgarme a publicar algo no tan reposado para avanzar en la construcción con la ayuda de los lectores.
Hay una prueba que se realizó: se pusieron a trabajar a dos grupos de ceramistas con la consigna de hacer unas vasijas determinada. A un grupo se les dijo que los iban a evaluar en términos de calidad. Al otro, en términos de cantidad. Pasados los treinta días los de calidad, en el afán de la perfección, habían logrado 4 piezas. Los de cantidad habían realizado 50 piezas. ¿Saben quién logró la mejor pieza de todas? El grupo de cantidad, porque experimentaron, probaron, obtuvieron experiencia.
Mi conclusión: si la perfección te va a limitar el hacer, es preferible hacer no tan perfecto.
Les dejo un cordial saludo a todos y gracias por el espacio de intercambio
Analía
Hola, Analía.
Muchas gracias por tu visita y por participar.
Sí, coincido contigo, la búsqueda de la perfección está llena de imperfecciones, es, creo, una imperfección en sí misma. Pero hay que buscar el término medio, dejar reposar el texto lo suficiente como para mirarlo con ojos nuevos y, entonces, afrontar una corrección racional y objetiva.
Yo creo que el lector prefiere calidad que cantidad.
Saludos.
Sí, coincido. Lo difícil es encontrar ese término medio que será diferente para cada persona. Saludos y gracias.
Analía
A veces, cuando la inspiración no llega, también sirve: «No puedo; esperar». Y muchas de ellas da buen resultado. Saludos. Héctor.
Hola, Héctor:
Muy buena aportación, muy buena.
A veces hay que tomar un tiempo no solo después, sino también antes de escribir.
Gracias por tu visita y tu comentario.
Saludos.
Hola: Hay principios generales que nunca debemos subestimar y lo que planteáis sobre «dejar descansar un escrito para que madure» resulta sabio ya que obedece a que «nunca debemos responder en caliente si queremos alcanzar cierta objetividad». Responder también se puede asimilar a expresarnos pues cada escrito, ensayo, cuento, novela o lo que sea, suele obedecer a nuestro deseo interior de responder u obedecer a nuestros impulsos.
Gracias a todos/as. Es un placer este coloquio escrito.
Hola, José María:
Lo que es un placer es contar con tu visita y con una aportación tan intensa y tan interesante.
Muchas gracias y saludos.