El lenguaje de los diálogos literariosEl lenguaje de los diálogos literarios es quizás una de las partes de los textos de ficción que más delicada resulta en su creación, en su aplicación en la historia que se narra. Pero al mismo tiempo, el lenguaje en los diálogos literarios, cuando está bien definido, bien aplicado, cuando está bien trabajado, resulta imperceptible, siendo esta la principal seña de calidad. Se podría decir que la calidad del lenguaje en los diálogos es como el escudo del soldado romano, que solo brilla en la ausencia del propio soldado, es decir, el lenguaje en los diálogos literarios solo llama la atención cuando no resulta apropiado y conveniente al personaje, a la acción y al conjunto de la narración. Cuando el lenguaje resulta chirriante, estridente, estrambótico, estrafalario, excéntrico, ridículo…, para el lector también será evidente y, a menos que sea por exigencias del guion, el lenguaje de los diálogos nunca debe ser así.

El lenguaje en los diálogos literarios solo llama la atención cuando no resulta natural, cuando resulta chirriante o fuera de tono.

Naturalidad

El lenguaje que utilizan los personajes de las narraciones de ficción ha de ser cuidado al máximo, hasta tal extremo que ha de resultar del todo natural, de esa naturalidad artificial tan difícil de conseguir y de tan anónimo y sordo éxito. Cada personaje debe tener no ya su propia voz, sino también e hilando fino, su propio lenguaje, su propia forma de hablar. Cada personaje es un ente completo y único un todo y, por lo tanto, todo aquello que le es propio y natural debe ser susceptible de ser manifestado e identificado en cada uno de sus movimientos, de sus gestos, en cada una de sus palabras, acaso en cada uno de sus silencios.

Alcance

El alcance de unos diálogos literarios bien construidos debe ser universal, pues universal debe ser el lector objetivo de la obra literaria. Es por ello precisamente, que ese todo completo y único que constituye el personaje de ficción no puede obligar al escritor a encorsetarse en un lenguaje excesivamente localista, a no ser, claro está, que esto sea lo que caracterice a su personaje. El escritor debe poner las miras de su lenguaje en lo universal que subyace en ese intralector con el que dialoga mientras escribe, ese lector universal que todo escritor debe llevar dentro.

De todo ello resultarán diálogos literarios creíbles, diálogos tan universales como cercanos a un gran contingente de lectores potenciales, cruzando fronteras geográficas, culturales y hasta idiomáticas.