Es prácticamente imposible determinar un fórmula mágica que tenga como resultado, no ya una novela de éxito, sino simplemente una novela potable. Como mucho, cabe intentar determinar qué ingredientes no pueden faltar en la receta, son los ingredientes para una novela.

A diferencia de una receta de cocina, la receta de una novela no es reproducible siempre de la misma manera y con los mismos resultados, pues dependerá de cada cocinero que la desarrolle y del momento en que lo haga. Ahora bien, aunque solo sea a modo de aproximación, sí podemos intentar esbozar los ingredientes que no pueden faltar.

Ingredientes para una novela

  • Uno o varios personajes peculiares.

Aunque la más maravillosa de las historias también puede acoger personajes «normales», en una buena historia no pueden faltar uno o varios personajes peculiares, que aun no siéndolo de fondo sí al menos lo sean como resultado de enfrentarse con acontecimientos excepcionales en su vida o en su entorno.

  • Uno o varios conflictos que desarrollar

El conflicto es la base principal de una novela, es el pan de la pizza, es el arroz de la paella, es el alma de la historia. Sin conflicto no se genera interés en el lector, sin un gran dilema al que someter al protagonista es imposible avanzar. El conflicto es el ingrediente catalizador que después de haber obligado al protagonista a elegir un camino de entre dos o más, permanece inalterado en su esencia, mostrándose como un dilema para el propio lector. El éxito de la receta se podrá medir por el poso que el conflicto haya dejado en el lector, que a su vez conllevará al natural sentimiento de simpatía u odio del lector por el protagonista.

  •   Un telón de fondo apropiado

Toda historia ha de estar enmarcada en un escenario, ante un telón de fondo que la enmarque, y no solo espacial o geográficamente, sino incluso temporalmente. Ese escenario permitirá al escritor mostrar sus capacidades descriptivas, esas capacidades que trascienden la psicología del personaje y se adentran en otros lugares comunes con el lector, a los que se puede acceder, no solo mediante el conocimiento preciso de un lugar concreto, sino con la descripción mínima y suficiente de algunas pequeñeces, de objetos insignificantes tal vez, que den un toque de sabor a la receta, una especie de especias, de hierbas aromáticas, que le indiquen al lector ciertos matices en los que debe enmarcar mentalmente la historia.

  • Un emulsionante

El arte, la gracia con la que, el cocinero que es el escritor, ha de mezclar y dosificar los ingredientes y marcar los tempos, resultará fundamental de cara a ese resultado final. La receta no estaría completa, pues, sin un estilo atractivo, un estilo cuidado, coherente, pero al mismo tiempo rico en matices, que cuide del interés del lector cuando el ciclo de la acción baje por necesidades del guion. Un estilo atractivo mantiene el interés del lector, incluso si los demás ingredientes no han sabido utilizarse de forma óptima.

  • Un buen tempo

Fuera ya de la categoría de ingredientes, resulta fundamental el concepto del ritmo. Hay ciertos estudios literarios que aseguran irónicamente que una novela debe comenzar con un hecho de suma trascendencia y que a partir de ahí el ritmo ha de ir in crescendo, lo que resulta ciertamente inviable, por no decir, del todo imposible y hasta inconveniente, diría. Una buena historia precisa de momentos altos y momentos bajos. De momentos críticos que mantienen al lector en ese constante «solo una página más, a ver qué pasa» y momentos bajos en los que el lector sufrirá los efectos de los momentos críticos expuestos anteriormente, manifestándose en él los sentimientos de empatía o de rechazo para con los protagonistas de la historia que tiene entre manos, en función de qué camino hayan elegido en sus dilemas. No existirán pues, momentos pico, sin los momentos valle. Ambos son necesarios y complementarios, el arte está en saber secuenciarlos adecuadamente para atrapar el lector en el mundo de la historia narrada.

 

Ingredientes para una novela

Víctor J. Sanz