Como escritor, pero más como corrector y asesor literario, y todavía más como profesor de escritura de ficción, reclamo el derecho del lector a ser el constructor de las novelas que lee.
Y, por lo tanto, creo firmemente que todo escritor que se precie de serlo tiene la obligación de invitar al lector a convertirse en el constructor de las novelas que escribe para él.
Puede que algunos autores ya estén protestando: «pero si el autor soy yo», «yo soy el constructor, ¡yo!». Respeto la libertad de pensamiento, pero demuestra que el autor no conoce el primer cimiento de toda narración, que no es otro que la participación. Un relato no puede tener solo una parte (emisor), sino que para ser, necesita de la otra (receptor), y solo así es. Un relato no es nada hasta que no es leído por otra persona distinta al autor.
Y es esa otra persona distinta al autor quien tiene la misión y el derecho de construir la historia de la que el autor le sirve los planos. El autor es, como mucho, el arquitecto, y el lector es quien debe construir la historia en su cabeza. Desde la primera página, el lector debe ir recibiendo información sensible con la que llevar a efecto el relato, materiales de construcción con los que los planos abandonan las dos dimensiones y toman cuerpo en la tercera. Al menos así debe ser en la mente del lector.
Todo autor debe comprender esto, y practicarlo si quiere tener una mínima esperanza de ser leído por un número significativo de personas. Toda obra que se entregue al lector no solo en forma de planos, sino ya construida, ya juzgada, ya opinada, ya concluida, no es tal obra, ya que el lector queda al margen de su construcción, sin haber tenido la ocasión de hacerla suya y, lo más importante, de dejarse atrapar por ella.
Un lector tiene derecho a opinar, a juzgar, a alcanzar conclusiones, a poner un final si se tercia, a dar un futuro en su mente a los protagonistas si es preciso…; la forma de participación dependerá de muchos factores (género, estilo, tono, registro, autor, protagonistas, trama, argumento…), pero tiene que darse de alguna manera para que el relato pueda ser llamado tal cosa.
El lector, ese constructor de novelas
© Víctor J. Sanz
Que tal Víctor.
En relación a lo que comentas se parece o es igual a las teorías científicas sobre la realidad. Es decir: según esto el observador es quien crea la realidad.
Algunos científicos argumentan que la realidad que percibimos no es real hasta que la creamos y en ocasiones esa realidad es diferente para otros observadores. Entonces, cada quien crea su propia realidad. Y hay algunos otros científicos que no se ponen de acuerdo quien es el observador ya que muchos individuos estamos ante la misma realidad.
Hablando sobre una novela, el lector (observador) crea esa realidad a su criterio y lo que encuentro en conclusión es que habrá personas que les encante una novela y a otras que les aborrezca.
Si cada lector crea su realidad sobre lo que lee ¿entonces el escritor que crea? yo digo que crea un universo lleno de posibilidades.
Un saludo.
¿Cuántas realidades mencioné? =)
Hola, Daniel:
Muchas gracias por participar y enriquecer este espacio.
Acertada observación, sí señor. El escritor propone y el lector dispone, podríamos resumir.
Saludos,
Como siempre haciéndonos reflexionar. Es muy interesante y completamente cierto. Cuando leemos visionamos las escenas, pienso, adapándolas a nuestras vivencias, a nuestra experiencia de vida, por eso suele ocurrir que cuando una novela que hemos leído es adaptada al cine, nos suele decepcionar porque no se parece al libro que habíamos construido.
Un saludo.
Hola, Pilar:
Muy interesante ese apunte, que viene a confirmar que cada uno somos nuestro director de cine favorito. Nadie construye las historias como nosotros mismos cuando ejercemos como lectores.
Gracias por participar.
Saludos.
Muy interesante la entrada. Cierto es que como lectores nos gusta que nos dejen la posibilidad de completar el relato, nos gusta sentir que una linterna nos muestre parte del sendero, pero queremos completar el cuadro nosotros; como escritores, eso no debemos olvidarlo.
Hola, Walter:
Muchas gracias por la visita y el comentario.
Justamente eso es lo más difícil, que el escritor tenga presente esto. Es muy frecuente que el escritor quiera asegurarse de que el lector entiende de su texto lo mismo que él entiende cuando lo escribe, invadiendo su terreno y usurpando su función como lector.
Saludos.