El lado amarillo de la gente >>
A pesar de que se veía venir, asisto perplejo e impotente a lo que parece el fin de una batalla que, dicho sea de paso, no dio comienzo con grandes esperanzas para el bando de la inteligencia. No era una guerra en la que los bandos estuvieran bien definidos, desde luego, sino más bien que los soldados, la gente, se ha ido posicionando a capricho unos y casi sin darse cuenta, otros, estos son los peores.
Las redes sociales han sido el principal -casi único- campo de batalla. Los contrincantes, escogidos todos ellos de entre el cada vez menos respetable público, han nutrido los dos ejércitos con un claro balance a favor del ejército amarillo, abanderados de un desenfrenado snobismo, de un culturetismo cada vez más indistinguible del más rural y pueblerino catetismo de boca asombrada ante lo extranjero o portavoces involuntarios y borreguiles de intereses espurios disfrazados de gentileza gratuita, de buenas maneras de manual o de moralina reivindicante de un puesto de honor en el vertedero de la política.
En esta batalla, que ya se puede dar por perdida, ha ganado lo amarillo frente a la inteligencia.
Desde las redes sociales, principalmente Facebook, se succionan cerebros a velocidades agigantadas, cerebros y tiempo, sobre todo tiempo. Reclamos como «Mira la increíble reacción de este hombre al descubrir qué hacía este otro» al pie de un vídeo (que además es un enlace externo y aquí están los intereses disfrazados de un altruismo de cartón-piedra) son trampas efectivas (y afectivas) para captar la atención de aquellos que se han dejado arrastrar al lado amarillo. Además, por si no te habías dado cuenta del video y de su estúpido y pueril reclamo, los vídeos se ponen en marcha nada más pasar sobre ellos, por si habías pensado en algún momento en la posiblidad remota de no reproducirlo.
Pero no solo las redes sociales, también hay publicaciones que difunden como noticia algo que no lo es. Hay que ser conscientes de que de esto hay mucho por ahí, pero no tanto de lo que ni siquiera se constituye en intereses más o menos ocultos, sino que apunta y tira a dar al lado amarillo de la gente, ese lado que entiende que un coche o una bebida alcohólica se vende mejor si se hace anunciar por una escultural modelo. En el diario Marca, y es algo que te llega aunque no lo leas, dan como noticia algo que titulan «El resbalón más sexy del verano» y que protagonizan dos jugadoras de balonmano. Durante un lance del juego, una de ellas se precipita sobre la otra y su forma de parar la caída (¡normal!) es poner las manos por delante, estas manos van a parar al pecho de la otra jugadora. Esta es la noticia (¿?), en el diario deportivo lo califican de «postura algo más que comprometida». Me pregunto en qué lugar de su escala de posturas comprometidas situarían estos elementos del periodismo deportivo la misma escena protagonizada por hombres en vez de por mujeres. Otra vez gana el lado amarillo de la gente. La inteligencia ha muerto. Que vuelvan a la tele, pero ¡ya!, el «destape», Ana Obregón y José Luis Moreno, qué más podemos pedir. Y esta es otra victoria del lado amarillo de la gente, porque estos elementos de la televisión vuelven a la pública. Ahora bien, medidas como esta bien podría formar parte de una estrategia subrepticia del Gobienro, para que el telón de fondo lleno de mierda con que están decorando nuestras vidas, nos parezca algo moderno y hasta deseable. Gana lo amarillo, pierde la inteligencia.
Pero la vencedora de esta guerra es una estupidez de amplio espectro y su hábitat natural no se reduce a redes sociales cada vez más antisociales y cada vez más antipersona como las minas; ni a televisiones casposas dirigidas por la flor y nata de la reserva espiritual de occidente; ni a publicaciones deportivas que resultan de lo menos deportivo con la inteligencia; sino que también alcanza a determinadas publicaciones pseudo-culturales, proto-culturales, ego-culturales, para-culturales y mierdo-culturales, en definitiva… autoconvertidas en púlpitos de razón y medida de todas las modernidades y desde las que nos ponen (o imponen) listas de las cosas que tenemos que ver, oír o leer antes de morir; nos advierten de las cosas cool de las que tenemos que estar «muy» o «súper» pendientes; nos señalan de quién tenemos que despotricar por no sé qué conflicto de intereses que les concierne a ellos directamente; nos dibujan la imagen de irreverentes que debemos desear si queremos ser «guays» y «molones»; nos marcan los libros que tenemos que haber leído para ser alguien en esto del culturetismo; nos dicen las diecisiete cosas y media que tenemos que saber si queremos ser felices o ir mejor al baño o comer palomitas sin engordar; nos desvelan lo que los directores de cine quisieron decir en sus películas más taquilleras y que solo ellos, los culturetas, desde su majestuosidad cultureta, pueden llegar a comprender; nos cuentan qué debemos pensar o sentir si queremos ser esto, aquello o lo de más allá; si queremos, en definitiva, que gente que no nos conoce y a la que no le importamos un pimiento, nos siga en las redes sociales y nos alabe gratuitamente como hacen otros borregos con estas mismas publicaciones culturetas.
Y mientras tanto, ¿la vida qué?
Al fin triunfó el endiosamiento de la estupidez y la idiotización de la gente. Ganó, como digo, el lado amarillo de las personas por incomparecencia de la inteligencia.
Descanse en paz la inteligencia.
Víctor J. Sanz
No puedo estar más de acuerdo, Víctor. Al final todo se reduce, si no hay tara mental, a recibir una educación que permita a la gente ser crítica e independiente ante el bombardeo de basura recibido. Pero yo pienso que esto no es exclusivo de nuestro tiempo, la estupidez ha sido la la gran dominadora de la humanidad siempre. Seguro que existen textos como el tuyo en la antigua Grecia, por ejemplo. Lo que ocurre es que, como bien apuntas, el desarrollo de las telecomunicaciones permite una difusión exponencialmente amarilla de la estupidez.
Gracias, Paco, por la visita y por el comentario.
Nada más terminar de escribirlo me llegó noticia de un artículo publicado en la publicación Yorokobu titulado «¿Por qué mola lo que mola?» (http://www.yorokobu.es/ciencia-hipster/) y yo me pregunto ¿se puede ser más estúpidamente endiosado que ir diciéndole a la gente lo que «mola» y por qué?
Te lo explican porque ellos se han dado cuenta y tú no.
Lo dicho, descanse en paz la inteligencia.
Pues tienes toda la razón. Cada vez somos más brutos mentalmente y, ¿sabes lo peor?: intentar apartar a nuestros hijos de esta decadencia mental a la que se ven sometidos desde bien pequeños. Es una ardua tarea. Doy fe. Saludos.
Hola, Josefa. Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Así es, capacitar a los que nos siguen para discernir entre lo interesante y lo nocivo y embrutecedor es una tarea inconmensurable, agotadora.
Has plasmado en palabras pensamientos que muchos tenemos en la cabeza, pero obviamente no sabríamos explicarlo tan locuazmente como tú. Hoy la vida es así, lo supérfluo es notícia, ya nos han acostumbrado a la comodidad de leer y ver chorradas que nos distraigan de lo realmente importante…y lo peor de todo a parte de intentar que nuestros hijos no caigan en la trampa sabeis qué es? Pues que veo muy difícil dar marcha atrás. Como dice mi jefe Eudald Carbonell, hay que ser conscientes de nuestro pasado para no cometer los mismos errores, pero siempre habrá un diablillo tentando para distraernos de la tarea…
Hola, Nuria:
Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Efectivamente es una batalla continua entre lo que nos importa y lo que les importa a quienes manejan todo esto.
Saludos.