Cliffhanger es un término de origen inglés cuya traducción literal vendría a ser «colgado de un acantilado». Es un término utilizado en literatura para definir la técnica empleada por el autor para mantener al lector en vilo entre un capítulo y el siguiente o entre un volumen de una saga y el que le sigue.
Para dar lugar a un cliffhanger el autor recurre a la omisión o retardo de un dato importante para el desarrollo de la historia, como el nombre de un personaje —actor de un hecho ya explicado al lector o al espectador—; o el de una ubicación —por ejemplo el destino de un viaje que comienza al final de un capítulo y sigue o concluye en el capítulo siguiente. Pero también puede conseguirse este efecto simplemente narrando o mostrando una escena o una imagen para la que la mente del lector exige una explicación que la finalice.
«La literatura permite mayor cantidad y variedad de situaciones en las que utilizar los cliffhangers para suscitar el interés del lector».
Uno de los cliffhangers —aunque todavía no se le llamaba así— más antiguos y explícitos que pueden encontrarse en la literatura está en El Quijote. Tiene lugar entre los capítulos VIII y IX. De hecho el capítulo IX se titula «Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron» y comienza así: «Dejamos en la primera parte desta historia al valeroso vizcaíno y al famoso don Quijote con las espadas altas y desnudas, en guisa de descargar dos furibundos fendientes, tales que, si en lleno se acertaban, por lo menos se dividirían y fenderían de arriba abajo y abrirían como una granada; y que en aquel punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos diese noticia su autor dónde se podría hallar lo que della faltaba.»
El origen del término que conceptúa esta técnica para generar interés en el lector, se cree que se debe a la novela A pair of blue eyes [Un par de ojos azules], de Thomas Hardy, y publicada por entregas en la revista Tinsley’s Magazine entre 1872 y 1873. En uno de los capítulos, Hardy decidió dejar a uno de sus protagonistas literalmente colgado de un acantilado.
El uso de esta técnica se generalizó desde entonces en los relatos que llegaban hasta los lectores por entregas. Pero también en los productos televisivos que solían remarcar el uso de los cliffhangers con un «To be continued…» o el castellano «Continuará…». Actualmente, el lector y el espectador están muy familiarizados con los cliffhangers, ya que se dan casi a diario en las series de televisión constituyendo uno de sus mayores, sino atractivos, sí al menos, puntos de interés para los espectadores.
En comparación con la literatura televisiva, el uso de los cliffhangers en literatura —aunque carece de la fuerza y de la carga informativa de las imágenes— se presta a mayor cantidad de situaciones, pero sobre todo a mayor variedad de expresiones. Sin ir más lejos, una sugerencia inteligente puede desencadenar en el lector un sinfín de reacciones que hagan más rica, entretenida y adictiva la lectura.
Víctor gracias por tu nueva lección. El efecto, más o menos,es conocido, aunque otra cosa es que lo sepamos emplear.Pero, al menos,yo he aprendido cómo se le denomina «cliffhangers» ¡Menuda palabreja!
Un saludo.
Gracias por tu visita, María Pilar, un placer, como siempre.
Saludos.
Supongo que si dominas esta técnica ya tienes un porcentaje importantísimo de terreno ganado. Ya cuesta generar interés en el lector, de modo que «engancharlo» y mantenerlo alerta yo lo considero todo un éxito. Gracias una vez más por estos puntos de interés.
Hola Josefa, muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Aunque parezca algo manida, es una técnica que funciona, pero ojo, no siempre está asociada a la calidad.
Generar interés en el lector no equivale a calidad, incluso en muchos caso podría estar disfrazando precisamente una falta de calidad. El lector, atento de lo que vendrá se olvida, a veces, del camino que lo llevó hasta allí.
Saludos
Lo sé. lo sé, Víctor. Claro que no se puede confundir éxito con calidad (a la vista está a diario). Me refería al éxito de que la técnica funcione en cuanto a mantener el interés de un lector, pero indudablemente eso no supone en modo alguno que la obra en cuestión tenga otras características positivas solo por ese aspecto. Porque si encima está bien escrita (que las hay, claro), ya es la bomba, jaja. Saludos cordiales.
Así es, Josefa. Esa es la lucha, buscar esa calidad, sin renunciar a algunas técnicas, siempre y cuando no empeoren los resultados, claro.
Es difícil, ya lo creo. La calidad requiere un gran esfuerzo.
Muchas gracias por tu participación.
Que tengas un feliz fin de semana.
Dicho así, me recuerda las artimañas de un pescador para hacer que la presa muerda el anzuelo y quiero creer que no es ese el caso. Hoy en día es muy común la búsqueda de ‘técnicas’ que con la excusa de ‘superación’ termina convirtiendo una obra de creación en recetas indigeribles de 300 a 500 páginas.
Creo que el interés del lector pasa por otro lado: los vínculos; las emociones; sus necesidades y carencias; todo aquello que la mano escribe dictado por el corazón. Y llega.
Gracias por permitirme opinar,Víctor.
Hola Liliana, gracias a ti por expresar tu opinión.
Está claro que esta técnica, como decía en el comentario anterior, podría estar encubriendo una falta de calidad de la obra en otros aspectos.
Me parece digna de estudio la profusión con que aún hoy se utiliza esta técnica.
Creo, como bien dices que el interés del lector debe ir por otros caminos.
Saludos cordiales.