Cuando se habla de ambientar una escena no hablamos solamente de una llamada a los sentidos. También hablamos de apelar a los sentimientos de los personajes y, por lo tanto, del lector.
Cuando imaginamos una escena que queremos escribir, con frecuencia nos centramos en aquello que queremos contar y nos olvidamos de los matices, de los complementos, en definitiva, de aquello que hace la escena más creíble, acaso más real.
Cuando hablamos de ambientar, en resumidas cuentas, estamos hablando de generar en la mente del lector todos los elementos necesarios para que la escena se convierta en el mejor vehículo del mensaje que tenemos pensado transmitir al lector.

Para evitar fracasar en el intento, aquí van:


5 ideas para ambientar una escena


  1. Apela a los sentidos de los personajes. Apela a ellos no como el único, sino como uno más de los elementos a tratar. Deja señales de qué perciben a través de sus sentidos, qué ven, qué oyen, qué huelen, qué tocan, qué gustan. Y no como una lista de comprobación, evidentemente, sino como pequeñas piezas de texto distribuidas sutil y convenientemente: dentro de la propia narración, integrado en una acotación o incluso, por qué no, en el propio diálogo de los personajes.
  2. Apela a los sentimientos de los personajes. Muchas veces, dejar ver al lector detalles sencillos acerca de los sentimientos de los personajes contribuye a generar en su mente una serie de imágenes comodín que vendrán a completar la ambientación de la escena. Por ejemplo, si dejamos ver que el personaje se siente incómodo y lo describimos sentado en una silla, no vamos a poder evitar que muchos lectores ya se lo imaginen en una silla incómoda y sin parar de moverse. Por ejemplo, si describimos la estancia donde se desarrolla la escena como angustiosa, ya sea por su diseño, por sus formas, por la temperatura ambiente…, será más que suficiente para que el lector haga el resto del trabajo. Da un poco igual a veces el detalle concreto del que parta esta matización de la ambientación, lo que importa es el resultado que se consiga.
  3. El narrador debe señalar con especial interés y puntería lo que diferencia a esa escena de otras. A veces son detalles sobre la hora del día o una luz especial bajo la que se desarrolla la escena. A veces el lugar preciso donde ocurre…, por ejemplo, si tenemos una escena en la que dos personajes primero hablan y luego discuten, todos podemos imaginarla con cierta intensidad, pero si utilizamos al narrador para decir que esto ocurre a menos de un metro de la calzada por donde transcurre un tráfico denso, habremos sembrado en la mente del lector la semilla de la angustia y del interés vital por saber cómo terminará esa escena, lo que sin duda ambientará, casi sin esfuerzo, la escena en la mente del lector. Porque en el paquete van incluidas, como mínimo, una ración de sonidos de bocinas y una ración más generosa todavía de olor a gases de la combustión.
    5 ideas para ambientar una escena
  4. La ambientación indirecta. Podemos generar una ambientación de cierta intensidad en la mente del lector de forma indirecta, por ejemplo comparando los elementos de la escena en curso con los de escenas anteriores ya descritos y asumidos por el lector. De manera que si tenemos una escena previa en la que nuestro personaje se asomaba melancólico a un puente (para tener un diálogo interior ante el lector en el que baraja la idea del suicidio), y ahora lo situamos en lo alto de un viaducto y además decimos que las piedras de su muro no están tan firmemente fijadas como las del otro puente, estaremos generando en el lector una potente sensación de peligro inminente que no solo ambienta por sí misma, sino que puede incluso hacer innecesarios otros elementos de la ambientación.
  5. Prepara el terreno. Puedes aprovechar escenas anteriores o pasajes puramente narrativos, para dejar caer pequeñas gotas de información acerca de escenas futuras. Por ejemplo, si en tu novela está prevista una escena en la aparece por primera vez cierto personaje peculiar que tiene por costumbre organizar fiestas con gran poder de convocatoria y que nunca sabe nadie cómo acabarán, bastará con dejar al lector que conozca esta información con antelación para que, llegado el momento, él solo ya le ponga a la escena en cuestión todos los elementos que completen su idea particular y subjetiva de «organizador de fiestas con gran poder de convocatoria y de final incierto». Y si lo hacemos bien, el lector verá aparecer en su cabeza cosas que ni siquiera le hemos llegado a decir, como por ejemplo, prendas de ropa interior encima del sofá, unos cuántos vasos a medias repartidos por toda la casa e incluso, por qué no, a alguien durmiendo la mona tirado en un rincón.

5 ideas para ambientar una escena

© Víctor J. Sanz